Astrología Queer: Astrología para Machos y Hembras ¿Dónde está tu estrella queer?

 

Mientras escribía mi primer libro la “Guía astrológica para sobrevivir en la Tierra”, sucedieron diferentes eventos que me empezaron a llevar a una investigación muy larga y muy profunda sobre las traducciones originales de algunos manuales astrológicos. 

Fue especialmente enriquecedora para esta investigación lo que pude aprender en el proyecto HOROI, dónde László Levente tradujo a Paulus, a Porfirio, y otros autores de astrología bizantina, helenística y romana, y pudimos encontrar matices nuevos sobre las traducciones tradicionales. Así como también revisiones de cómo en la Edad Media se recuperaron estos manuales astrológicos, sus notas y cómo circularon y en cuáles espacios se alojaron y cómo fueron revisados y preservados estos materiales. 

Entonces lo primero que tenemos que saber es que el gran resurgimiento de la astrología en la Edad Media, después de su confrontación con la Inquisición que la llevó de viaje hacia el ocultismo, fue durante el Renacimiento, dónde se restauró el esquema de ideas sobre la “fortuna y el destino”, para emparejarse con la rama de la astrología ‘natural’, antes que la ‘judicial’. Es decir, la astrología de las causas del physis, del cuerpo, de la salud, del orden moderno sobre el estado de la ‘salud’, a traer las ideas de lo que hoy entendemos que es la astrología en Occidente. 

La astrología había encontrado un espacio académico y político muy importante entre el siglo XI y el XVI, y después de su refugio en el ocultismo, no recupería su voz en la arena pública hasta su salida en los medios masivos de comunicación en el siglo XX. En aquél periodo premoderno quiénes tutelaron las traducciones y la circulación del material fueron los médicos y la alquimia, en la práctica de astrología medicinal y el ámbito de la academia, dónde se practicaba la magia ceremonial. 

Especialmente una práctica específica hacia el siglo XVI en Inglaterra y en Alemania, donde va a florecer la astrología y tendrá su propio Renacimiento en la Europa protestante. En el siglo XVI y XVII en Alemania con Johannes Kepler, y con William Lilly y Ramsey, por ejemplo, entre otros autores. 

La hipótesis principal es que las prácticas sexuales romanas de la cultura de Ptolomeo se entrometieron en la producción de ciertos aforismos específicos en relación al Sol, Venus y la Luna. Y sin criterio, omitiendo contradicciones deliberadas del texto, se preservó éste error forzado al complacer el incipiente régimen de género moderno.



Entonces esto me llevó a revisar algunos encuentros que tuve a lo largo de toda mi formación con lo que es la teoría queer, con la idea de que pueda existir una astrología queer o que yo, de alguna manera, pueda estar haciendo algún tipo de astrología queer. Que no la estoy haciendo. Esa es la verdad, pero no solo no lo estoy haciendo, sino que, además, creo que la astrología queer no existe, y antes que haya cualquier astrología dedicada a las políticas de identidad, deberíamos pensar, primero, en todas las otras categorías que se están obviando en el camino, como la clase, la racialización y nuestra condición Occidental y nuestra relación con el colonialismo. 

No porque haya una categoría ‘primera’ que otra, por sobre el género, sino que, justamente, para que exista como política de identidad tiene que primero comprender y comprometer cuál es la identidad que invoca o desde cuál encuadre está situada ¿Dónde está lo queer de reproducir el régimen sexo-género en una lectura de carta natal? Por ejemplo, ¿desde cuál encuadre se presume que alguien que tiene la Luna en Aries creció en un ambiente de violencia? 

Si descomponemos esta suposición a su aforismo esencial entendemos que Aries es una regencia masculina sobre la luna como planeta femenino, que esto es necesariamente problemático, y que trae violencia marciana al ámbito de crianza lunar. Pero ¿no es acaso violento crecer en cualquier familia nuclear? ¿No es entonces una revictimización de quién sufrió violencia atribuirle a su carta natal, a su mapa de nacimiento algo que siempre estuvo en un sistema precedente antes que en un rasgo individual? ¿Qué asociación previa incide para llegar a ese aforismo, y por lo tanto, fabricar una estampa sobre la identidad de esa luna, siempre singular, personalísima y ajena?

¿Entonces cuál es el camino para desandar la relación de la astrología y el lugar del género? Porque dónde esté el género estará lo queer.

Entonces para ver el género en la astrología debemos llevar el argumento por distintos autores para mirar la astrología y a mirar cual fue el camino que nos trajo hasta aquí. Y un camino estaba dado por Judith Butler, claro que sí, pero en realidad el primer enfoque es un enfoque de arqueología, que es lo que habría hecho Michel Foucault, trazar las líneas de arqueología en la pedagogía del placer en Historia de la Sexualidad, o por ejemplo, Edipo gay de Jorge N. Reitter, un psicoanalista que estudia y evidencia el sesgo heteronormativo en psicoanálisis y como ‘la salida’ del complejo es la que hace evidente los sesgos culturales y patriarcales en la tradición psicoanalítica. 

Es por esto que vamos a ir de Ptolomeo a Foucault para encontrar cómo se volvió sagrado un problema de especies y espacios.



¿De qué hablamos cuando hablamos de heteronormatividad?

La heteronormatividad va a ser muy popular en el pensamiento feminista a partir de Monique Wittig y de Adrienne Rich, entre otras autoras, pero podría sintetizarse en la siguiente cita: 

“Y por mucho que se haya admitido en estos ultimos años que no hay una naturaleza, que todo es cultura, sigue habiendo en el seno de esta cultura un nucleo de naturaleza que resiste al exámen, una relación excluída de lo social en el analisis que reviste un caracter ineluctible en la cultura como en la naturaleza y ese núcleo que persiste, ineluctible, inesquivable, que no se puede evitar, ese nucleo es la relación heterosexual.

Yo lo llamaría”, dice Wittig, “la relación obligatoria social entre el ‘hombre’ y la ‘mujer’”.

Esa normatividad, en principio, lo que formaría es una serie de categorías y de relaciones económicas, afectivas, políticas, sociales, jurídicas en relación a la predominancia y a la importancia de la heterosexualidad por cualquier otra expresión de género y por cualquier otra expresión sexual en general. Las relaciones de poder son inmanentes al lenguaje y no existe un lenguaje que quede por fuera de ellas, así que también estaría lingüísticamente ocurriendo esta heteronormatividad de la que no podemos escapar, como una perspectiva social, de binarismo rudimentario, una suerte de Arca de Noé para la supervivencia de la especie. 

La heteronormatividad es formadora de subjetividades a través de los complejos mecanismos de regulación. Entonces el sujeto se ve codificado y mecanizado, a través de actos reiterativos, inscripto, también, adentro de esas reglas de la normatividad heterosexual, porque esas regulaciones determinan qué es lo saludable, qué está lo prohibido, qué es lo que está permitido, y cómo es la expresión deseable del individuo en general. Podríamos pensar en la psiquiatría, en los discursos médicos, y en un montón de ramas de la vida social donde esto está atravesando nuestros cuerpos y nuestras relaciones. 

Ese sesgo, es decir, ese punto de vista a través del cual la heterosexualidad es la norma, también mira y nombra a la pansexualidad y a la bisexualidad desde la mononorma, desde la idea que el deseo sexual solo puede ir en una sola dirección, y se ve como distinta y problemática una expresión radial, circular, una rotonda o una circunvalación, y admite sólo con el nombre de disidencia toda forma de existencia que no tenga esta relación respecto a la norma. Rige lo mismo en esta heterosexualidad obligatoria, concepto que también van a encontrar en feminismos radicales, en feminismos liberales y feminismos conservadores, con la idea de la heterosexualidad como una norma obligatoria, como un régimen político, como lo puede pensar El régimen heterosexual de la Nación, Un análisis antropológico lésbico-feminista de la Constitución Política de Colombia de 1991" de Rosa Ynés "Ochy" Curiel Pichardo. 

Este sesgo desde el cual se van a pensar las palabras y las cosas, se vuelve evidente en los mecanismos médicos, clínicos, jurídicos, afectivos, educativos, religiosos y artísticos también. Lo que es necesario reconocer a partir de este pensamiento, como una postura política crítica con respecto al sistema económico, es su relación con la modernidad, con el posmodernismo y con el pensamiento actual.

Sin intención de historizar, quiero señalar una serie de etapas que se interponen entre sí, pero presentarlas como universales es solamente ver el mundo desde Occidente, ya que sus operaciones siempre están en convivencia y no dentro de una línea recta. Nosotros podríamos hablar de una modernidad temprana que comienza cerca del siglo XVII después de cierta producción filosófica de Descartes, y de cierta concentración política de varias condiciones de la educación en monasterios, fundada a través del método y del paradigma científico, que va a ir evolucionando hacia la educación laica y liberal, pero que reconoce, a la larga (esto es a través de David Hume entre otros) que el conocimiento empírico va a tener límites de cosas que no puede ver ni evidenciar, que son la moral, la causación y el sí mismo.

Hay ciertas cosas que a través del empirismo no vamos a poder terminar de entender. Pero se producen grandes avances sociológicos, filosóficos, matemáticos, físicos, químicos, la óptica se funda para esta época, y con ella el telescopio. 


Luego vamos a tener la modernidad tardía que es el giro hacia el siglo XIX donde se produce conocimiento científico y verdades universales sobre la moral, la causación y el sí mismo. La sociología, la economía, la antropología, la psicología, la psiquiatría, las ciencias humanas, etc. O sea que ahí aparecen personajes como Nietzsche, Marx, Freud y todos ellos van a trabajar sobre esos temas que, supuestamente habían quedado postergados para la ciencia. 

Y en respuesta cronológica en una perenne línea de tiempo que no nos sirve para nada, llega el posmodernismo, que es la palabra más vaga que puede haber en el lenguaje humano. 

El posmodernismo empezó… no sé cuando empezó, porque hay muchas maneras de decir cuando empezó, se dice que todo lo que pasó después del 1945 es posmodernidad pero bueno eso no importa, ya que otros lo encuentran a fines del siglo XIX, y otros recién en 1970, para cuando ya hubiera comenzado lo que se conoce como el metamodernismo, o el antimodernismo, pero su periodización es un problema aparte.

Lo que entendemos como posmodernidad, además de la deconstrucción y el estructuralismo, es el escepticismo sobre esas teorías eternas y esas verdades universales del modernismo. El posmodernismo (Foucault, Deleuze, Lacan, Judith Butler, entre otrxs) va a tener una mirada crítica sobre las grandes narrativas de la historia humana y del pensamiento científico, y de la academia. Una crítica de esas grandes narrativas es que se piensa que serían o ininteligibles o que esas grandes narrativas son potencialmente opresivas. Y contemporáneo al desarrollo del posmodernismo, más actual, están las políticas de la identidad, que podrían ser, por ejemplo, el género, el color, la sexualidad, que presuponen la existencia de categorías opresivas y de minorías oprimidas por el sistema y advocan por sus derechos, justicia o la igualdad.  Las políticas de la identidad además sirven para organizar políticamente esos grupos, detrás de banderas, slogans y campañas civiles de visibilización, inclusión y legislación estatal.

Ahora bien, el posmodernismo como postulado piensa cómo abolir esas categorías de sexualidad, y abolir esas categorías de género, y en posiciones más ambiciosas, abolir el género completamente, porque no cree en esas categorías opresivas, y las entiende como un régimen a combatir. Entonces, las políticas de la identidad contestan “¡No! ¿Cómo vamos a abolir el género? Y yo, ¿qué? ¿Dejo de ser gay y entonces pierdo todo mi potencial político como marica movilizada en la sociedad?” O lo mismo, la categoría mujer “No, la categoría de mujer nos sirve para organizarnos adentro de todo esto, no la puedo derribar, no puedo abolirla”. Entonces hay una especie de tensión de las “identity politics” contemporáneas y estadounidenses y los pensamientos más posmodernos. Quiero hacer una cita con respecto a esto, bien especifica, que es de Judith Butler, que es central para este planteo con respecto al género y la normativización, que dice:

“¿No es, acaso, una señal de desesperanza sobre las políticas públicas cuando la identidad se vuelve su propia política, trayendo incluso a alguien que pudiera ser policía, desde diferentes lados, sobre este asunto? ¿No sería como volver a enviar al silencio o a invisibilizar, usar esa categoría que se estaban cuestionando para darse cuenta de que también está excluyendo?” 

Ahí está el gran asunto con respecto a la heteronormatividad, las políticas de identidad y las relaciones políticas sobre género, sexualidad, asignación de géneros, reasignación de géneros y la construcción de la identidad. No podemos no menos que tener sospechas sobre estas categorías-paragua y es servil a sus regímenes reproducir reproducir su estético y por lo tanto sus efectos.

Quiero dejar en claro esto para miradas más conservadoras, miradas más liberales, miradas más atravesadas por diferentes sesgos, ya que no tengo una respuesta total sino la intuición que nada tiene sentido y el sentido lo pusimos nosotrxs, y por eso quiero dejar esta polémica fuera de la mesa. 


La sexualidad de los antiguos: una traducción posible

El Tetrabiblos es el manual astrológico del siglo II, que se traduce varias veces, ida y vuelta del griego, al latín y al árabe, libro fundacional y pionero al recopilar libros perdidos y manuales astrológicos incompletos, de dónde todos los manuales importantes que van a fundar la astrología de la antigüedad se remiten a este cuerpo de libros, solo comparable con la Antología de Vetus Valens.  Es decir, dónde empezó todo el derrotero de problemas con respecto a cómo sigue persistiendo la categoría masculino-femenino en la astrología y por qué. 


La tradición que Ptolomeo está reuniendo es Egipto y Grecia. Él está juntando saberes astrológicos de personas y culturas diferentes y necesariamente conflictivas. Cuando el reúne este programa astrológico se remonta al Egipto antiguo, porque hay mucho de Pitágoras acá metido en el medio, los caldeos, los babilonios, y se piensa que trae todo a una sistematización de cómo había sido los últimos 1.000 años de la observación de los cuerpos celestes. En el libro se postula la relación de las estrellas, el clima, el alma humana y el mundo real, el mundo cognoscible. En ese momento astrología es lo mismo que meteorología, psicología, astronomía, y política, también, porque hay un libro de los cuatro libros (su título indica “los cuatro libros”) dedicado a astrología política. Ya en el comienzo la astrología nació preocupada. 

En el primer libro, “Influencia de las estrellas”, en el capítulo sexto, se dedica a describir el masculino y el femenino. El libro en total tiene alrededor de 70 capítulos en total, al asunto del género y del sexo le va a dedicar tres, nada más, así que ni siquiera es un tema importante ni preponderante. Quiero empezar por esto, frase por frase y vamos a hacer preguntas con respecto a lo que nos queda incompleto de lo que indica el autor. Dice Ptolomeo:

“Hay dos sexos primarios, macho y hembra”

¿Cuáles son los secundarios? ¿Cuáles son los terciarios? ¿Qué los hace primarios? 

Seguimos con Ptolomeo:

“El sexo hembra participa principalmente de la humedad. La Luna y Venus son por esto femeninas. Porque sus cualidades principales son húmedas. El Sol, Saturno, Júpiter y Marte son llamados masculinos.” 

Acá ya tenemos un problema conceptual importante. Primero el planteo: el sexo hembra “participa”. “Participar” es un indicio directo al platonismo, y por ende a una rama de relaciones entre entes/ideas:

“Forma parte principalmente de la humedad y la Luna y Venus son, por esto, femeninas”.

Cualidades principales húmedas. Ese primer planteo es el planteo de la participación. Y el segundo planteo es “son llamados”. Es muy distinto decir que algo “es llamado” a decir que algo “es”. Entonces no queda claro cuál tradición está recogiendo para decir que el Sol, Saturno, Júpiter y Marte son masculinos, porque ‘son llamados masculinos’. No queda claro si es una inferencia, en un binarismo opositivo, y no queda claro si es una tradición con la que él no está de acuerdo, y no queda claro si hay algún rasgo específico en Júpiter, el Sol, Marte y Saturno que los haga húmedos incluso también. ¿Por qué no? Hasta ahora por la explicación ente/idea de participación no se podría dejar de participar sino en la destrucción.

Ahora viene el problema, para nuestros regímenes más esencialistas de astrología humanística, que reproducen lógicas patriarcales opresivas, pero no necesariamente para el siglo II después de Cristo:

“Mercurio es igual de ambos géneros.” 

El término “género” está empleado como en el término de la denominación de especies. “Mercurio es igual de ambos géneros, porque a veces es seco y otras veces es húmedo y lo hace en igual ratio” o sea va y vuelve en igual ratio.

Con el final de esta frase ha volado por la ventana cualquier idea de participación estanca o de identidad fundada en el régimen de género que conoce la modernidad.

El género al que Ptolomeo parece aludir no es una categoría total, estanca, fija, ni siquiera un rasgo de identidad, sino un asunto alternante. Y piensen que está describiendo a los planetas, o las estrellas en este caso, pero está describiendo al planeta en un rasgo en particular axiomático, sin tampoco decir que el mundo ‘ha quedado categorizado en dos géneros y listo’, como si esa descripción fuese un paralelo con una cosmogonía, como si lo es que Dios creó a Adán y Eva y listo.

En el mundo de Ptolomeo femenino y masculino no es el régimen que conocemos. Esta mutación, este ratio, esta alternancia tampoco afirma ni reivindica muchísimo menos un pseudo-orientalismo New Age que analiza en el asunto del género polos receptivos o activos, comparándolo con ‘energías’ (¿electrones? ¿partículas?) y que munidos del Yin-Yang, reinsertan un dualismo heterosexual binaria Occidental. Estas prácticas del sagrado femenino y el dualismo de las ‘energías’ desconocen las relecturas del Tao en el tiempo, y los cambios en la lectura del género de China en la actualidad, en palabras de le astrólogue Alice Sparkly Kat:

‘Yin y yang son una dicotomía, algo muy distinto a un binarismo. Lo binario polariza un tema y refuerza una estructura preexistente. Las dicotomías contrastan direcciones sobre un tema y sugieren que no hay una verdad en ninguna orientación y que la única verdad es la contradicción. Las dicotomías son juegos lógicos que nos ayudan en la tarea de pensar. El binario es una estética y un atajo que reemplaza el pensamiento”.

Continuamos con el capítulo sexto de Ptolomeo. “Las estrellas de algún modo”, ahora se refiere a los planetas, “son también llamadas masculinas y femeninas por su relación al Sol. Si son matutinas y preceden al Sol son masculinas, si son vespertinas y siguen del Sol se vuelven femeninas”. 

Ya otra vez un problema nuevo, estábamos hablando de categorías, estábamos hablando de influencias y, de pronto, la estrella ‘se vuelve’ femenina, ¿Cómo entendemos ese término?, ¿Qué está queriendo explicar y cómo lo está queriendo pensar? Más adelante veremos, que como categorías primarias, ni siquiera son categorías totales, ya que así, no corta el mundo en dos. Y sigue:

“Y luego son reguladas al respecto en su relación al horizonte. Del Ascendente al Medio Cielo, son consideradas masculinas, orientales, y los otros dos cuadrantes, femeninos, occidentales.”

No debemos quedarnos con la explicación del género que mejor nos conforme. No es lo que está en la letra y no es lo que está haciendo el autor. La relación al género de los planetas no la podemos deducir de nuestras experiencias dentro del sistema de asignaciones médicos. Por eso el signo no significa señal, cartel, es un sistema geométrico y por lo tanto dinámico. Continuamos con Ptolomeo.

Signos masculinos y femeninos, capítulo 15:

"De los 12 signos 6 son llamados masculinos y diurnos y 6 femeninos y nocturnos.”

Acá parece seguir la regla espejada, exacta y coherente del zodiaco de Pitágoras de que los números impares son números masculinos y los números pares son números femeninos, asignación que tiene que ver con una parte mística, que no tiene que ver con una parte astrológica, y que viene de la misma enseñanza de Pitágoras, una tradición mágica, esencialista y que no es la corriente principal desde dónde leíamos la problemática.


“Se disponen orden alternante uno después de otro”, o sea, masculino, femenino, masculino, femenino, “como el día sigue a la noche”. Hace una comparación, como que el Sol viene primero y la noche viene después. Pero esto siempre depende desde cuándo empezamos a contar, y que día y noche son significantes en pares opositivos, pero que no designan algo puntual, ya que en el atardecer vemos que su diferenciación siempre fue relativa. Y acá viene la frase más polémica de todo esto, y es la frase por la cual yo empecé a hacer esta investigación:

“Se disponen en orden alternante uno después del otro como el día sigue a la noche, y el macho es copulado con la hembra.” 


Nos vamos a tomar un segundo para detenernos con respecto a la traducción de este verbo en particular, que es el verbo “acoplar”, “coupled”, que podría ser también emparejar o hacer de dos en dos. Aquí es dónde se demuestra el sesgo y lo que da la preferencia a uno por sobre y lo que el verbo demuestra, realmente, es la proxemia, es decir, el lenguaje de distancias y posiciones espaciales, de quién está arriba y quien está abajo. 


Y la palabra elegida es justamente ἥμερος, (hémeros) en griego remite a domesticar, a lo plácido, lo benigno, o como es traducido en otras versiones “tame”, o sea “domar”. Las antigüas traducciones de Ptolomeo van a traducir esta frase como “an alternating order was assigned to them because day is always yoked to night and close to it and female to male”, es decir, que el orden alternativo fue asignado así porque el día siempre es subyugado en la noche y sobre ella, como la hembra lo es por el macho. 

En realidad el texto está estableciendo la presión del “tame”, del “yoked”, del acoplarse, del ser acoplada, del ser penetrada, o de ser domada, como una acción que hacen unos ‘sobre’, o por encima de otros. Lo femenino es lo domesticado, lo domado, lo que sigue. O sea que las traducciones se tomaban un giro haciendo que el verbo funcione de otro modo, pero no estaba funcionando ahí el verbo, ya que ‘yoked’ es el yugo, es subyugar, es horquilla, es yunta, es también horcajo, es uncir y también es acoplar y unir. 

“Couple, engaged, dock, mate”, que es reproducirse, pero siempre la reproducción pensada desde la heterosexualidad, el “mating”, como el apareo. 

Esta comparación de que el Sol va por delante y la noche va después, y el macho va por arriba y la hembra va por abajo, es lo que nos llevará directo a Foucault más adelante. Continuemos con los antigüos. Cito a Ptolomeo:

“El comienzo, como ha sido dicho, pertenece a Aries, porque la humedad de la primavera forma la entrada para las otras estaciones”.

Entonces lo que determinaba que la Luna y Venus fueran femeninas era la humedad, y aunque Aries es masculino, es la etapa de humedad. Esta contradicción pasa deliberadamente desapercibida durante siglos, ya que la heteronormatividad forma parte de un programa social de regulación y no admite que una categoría única tenga esta alternancia. Esto es deliberadamente omitido ¿con qué objetivo? ¿Desde dónde se entendía la humedad en el signo masculino?

Y ahora voy a citarlo sin filtro porque esto es increíble y lo dice Ptolomeo en el siglo II:

“Y, como el macho gobierna, es el principio activo que toma precedencia sobre lo pasivo. El signo de Aries y Libra son en consecuencia considerados diurnos y masculinos”.

Pero era la temporada húmeda. O sea que elige otra regla para explicar esto, y dice como el “male sex governs”, como gobierna el sexo macho se entiende que así se sucede en el cielo. Es decir que arriba es como fue abajo, como es acá, como los antiguos vemos a la sexualidad desde nuestra pauta humana y nuestra moral sexual. 

Y continuación el capítulo describe de forma estrambótica que otras tradiciones no coinciden esto así, aclara, y que dicen que en una carta, tu masculino es tu ascendente, no importa cuál signo sea, y lo reorganizás de esa manera y hay gente que además llama las cosas, no masculino ni femenino sino cuadrúpedo, fructífero, imperial, terrestre. ¿Porqué los signos son femeninos y masculinos cuando pueden ser fructíferos o tener dos o cuatro patas? O mejor dicho ¿para qué? ¿Para que lo entienda quién?

El femenino y el masculino ni siquiera son categorías predominantes, y no las describe con un afán organizativo, ni matemático ni definitivo. La omisión no hace otra cosa que señalar que tenemos en nuestras manos múltiples lecturas. La oportunidad de describir otras lecturas es una variación que no se admite en otros momentos del texto, y la voluntad por recopilar toda la gente que opina distinto sobre el género de las estrellas (a esta altura me resulta absurdo escribir esa oración, piensen ustedes en su mente la frase ‘el género de las estrellas’ ¿realmente?) es asombrosa.

Es claro que como se entendía o se percibía el género en los tiempos de Ptolomeo no tiene nada que ver con el régimen actual, y decir “no, esto algunos lo llaman así, hay quién lo llaman asá”, “esto es llamado así” formó parte de una regulación más compleja, menos taxonómica, una relativización que no se permite con otros conceptos, y que luego deliberadamente, así como se omitieron algunas partes, se repitieron otras. El régimen del género se ha servido de esto para justificar el funcionamiento del género dentro de un esquema político. No existen razones astrológicas más que ordinarias y organizativas para describir un orden vigente, no precedente ni estanco.


Placer y poder, unidos en espiral

Foucault en el Volumen I de Historia de la sexualidad habla sobre cuatro conjuntos estratégicos que utilizan al sexo asignado al nacimiento, y a la sexualidad ejercida, de alguna manera, como una forma de dispositivo específico de saber que produce algo. produce conocimiento, o sea es productivo, y como dispositivo de poder, tiene una potencial eficacia de control. Estas cuatro categorías se van a empezar a desarrollar hacia el siglo XVIII, a menos de 100 años del inicio de la modernidad, y ya vienen ocurriendo durante la construcción del programa humanista, que es fundado con el colonialismo, la ciencia, y la caza de brujas; donde por ejemplo muchos de los elementos de tortura que se utilizan sobre los cuerpos de las brujas van a ser los elementos de la medicina para la ginecología. Para conocer un poco más, recomiendo ver más en la obra de Silvia Federicci Calibán y la bruja

Las cuatro categorías que Foucault elige son son la histerización del cuerpo de la mujer cis, o sea, enfermar el cuerpo de la mujer y controlarlo a través de la histeria, pero a través de un montón de otras formas de patologización y de desposeerlo de sus potencias, por supuesto. La pedagogización del sexo infantil, y la legislación que lo educa desde todos los dispositivos de confirmación de estas reglas, como lo son los baños. Ña socialización de las conductas procreadoras, que tienen una pata jurídica, política y económica, y por último la psiquiatrización del placer. 

Estos dispositivos de control unen, por decirlo de alguna manera, al poder y al placer, que no se anulan, sino que se perpetúan en forma espiral. Y cuando proliferasen por fuera de estas categorías prácticas invisibles, es decir, ilícitas, eso que está por fuera del límite de contención, el límite médico (los homosexuales llevan su nombre a razón de diagnóstico, por ende son primero enfermos), el límite jurídico indica que deberían verse como una anomalía o una disfunción respecto a la norma.

Este detritus, esto que queda alrededor de esa centralidad es reincorporado y así la psiquiatría construye las especies, los casos, las categorías específicas para nombrar lo que salta de la ley, desde las parafilias hasta los trastornos. El deseo produce saber, produce bibliografía por estos médicos y legistas del deseo. Esto es lo que va a hacer la psiquiatría en el siglo XVIII y XIX  con el homosexual y con la histérica.

Esta relación no me parece menor para la astrología porque el manual más importante de la astrología del Renacimiento, que había escapado de la Inquisición, es “Astrología Restaurata”, que va a servir para enseñar astrología en Alemania y en Inglaterra cuando los edictos prohibían el estudio de astrología dentro del monasterio y la universidad. Esos conocimientos se refugian en lugares que son protestantes y que fueron excomulgados por la Iglesia, y ahí florece la astrología, con autores como Ramsay quién era médico. William Lilly también va a ser un astrólogo médico, es en la institución de la medicina que está haciéndose esto sobre los cuerpos, y mas tarde o mas temprano lo están haciendo estos astrólogos que practican esta astrología médica, también sobre el género, sobre el sexo y todas las reglas que conocemos de ésta época, como los consejos para determinar el sexo biológico con el que nacerá tu hijx según si el día de la cópula, el Sol, el ascendente y Júpiter, ya sea si estos están en signos ‘femeninos’ o ‘másculinos’, ya que, si lo concebiste en tal época, y bla bla bla. Todo lo que ya sabemos de esas antiguas reglas antes de la ecografía, reinstalando un régimen de sexo-género desde lo simbólico a lo material. La astrología como régimen de fertilidad y de producción biopolítica. 

Finalmente ahora vamos a adentrarnos a las relaciones masculinas que estudia Michel Foucault en Historia de la sexualidad.

Cuando Foucault plantea derribar el mito de una ‘alegre’ y fabulosa homosexualidad de la Grecia Antigua (¿existe tal cosa?) vamos a encontrarnos con nuestro propio sesgo heteronormativo. Y vamos a revisar su relectura a la luz de lo que conocimos sobre el yugo del día sobre la noche, que encontramos en Ptolomeo. Foucault al describir no sólo lo que era una práctica de cierta clase social y económica, inserta entre otras regulaciones, funda su análisis en la vigencia de una ética, una erótica y una dietética de cómo usar los placeres. Es gracias a conocer estas normas que vamos a entender porque era importante que alguien dome y alguien sea domado.



En el Tomo 2 de Historia de la sexualidad Foucault hace una arqueología sobre la medicina y las lecturas posibles sobre los cuerpos que se estaba formando en la antigua Grecia, (esto es anterior a Ptolomeo), y su desempeño va a ser la pauta de la moral sexual imperante, vigente también para los romanos, pero esta es la pauta moral de esa cultura, lo que Ptolomeo llama el macho domando hembra, y estos son algunos punteos con respecto a lo que está haciendo Foucault cuando describe qué es la sexualidad deseable, ya sea el erómenos y el erastés, la relación entre el hombre mayor y el joven, y que luego evidencia la operación de decir que

“el joven de la relación sexual, luego será la doncella”. 

Es decir que las reglas de control sujeto-objeto de la pedagogía homosexual griega serán transferidas del varón joven sin vello en el cuerpo, a la mujer cis domesticada.

La construcción de polos donde hay un sujeto y un objeto, alguien que desea y alguien que es deseado, un agente -un activo-, y un pasivo -un paciente provienen de ahí. Y eso se va a dar según la posición, es decir, quién está arriba y quién está abajo, una forma proxémica en el sexo, ya que conocemos que los romanos consideraban insultante, sucio y profano que quién detente la posición activa, jamás debería “bajar” a practicar un cunnilingus o una fellatio, ya que quedaría por debajo, y por ende se convertiría en “el denostado”, y esa verticalidad y jerarquía espacial de la proxemia jamás debía ser transgredida.

“La hembra en tanto hembra es un elemento pasivo y el macho en tanto macho es un elemento activo”.

Esto es un principio de La generación de los animales de Aristóteles, que está presente en Eroticos, que está presente en lo que encontramos de Ptolomeo. Dice Foucault: “El exceso y la pasividad son inmorales en la “aphrodisia”, es decir en la sexualidad. Por eso esto debe ser regulado, a través de un dispositivo ético, dietético y económico del uso de los placeres para ser moralmente aceptable en el hombre, o sea, que el uso del placer representa siempre un componente social, porque deseable, honorable y saludable son una tríada inseparable, y honorable significa sano. Esas tres cosas van de la mano. 

“El deshonor de los muchachos”, esto es una cita de Timeo, “que aceptan lo primero que pasa, que se ostentan sin escrúpulos y que pasan de mano en mano”, responde ya no a lo monogamia o a la castidad, sino a una reputación, y esto lo entendemos en la categoría de ‘la fácil’, o la que es una “putita”, como aquello que no es deseable ni honorable ni saludable.

El día no es corrompido por la noche, el día no muere para que nazca la noche, el día no alterna y se draguea en noche: el día debe ser el macho que doma algo que está por debajo suyo que es la noche. El día y la noche tienen una relación sexual que es subisidiaria de la cultura sexual a la que Ptolomeo le habla.

Una astrología para machos

Este planteo sobre el femenino y el masculino puede producir tales o cuales razonamientos y puede producir tal o cual metáfora astrológica. Cito “El hombre y su estrella” de  Sementovsky-Kurilo, un libro de los años 50, con reediciones exitosísimas hasta 1989 por editorial Planeta Barcelona:

“Venus en Aries en Casa II: son frecuentes ganancias por profesiones conectadas con el arte o los lugares de diversión. A veces matrimonio con persona rica, situación financiera incierta” es la Luna en la Casa II en Aries, “trabajo gravoso con empleos, litigio con parientes, especialmente del sexo femenino por cuestiones de interés”.

Bueno, acá está ya la mujer, son las que litigan y piden cosas económicas de Aries, o sea que representarían un tipo de conflictividad, ¿y a quién litigan? ¿tienen patria potestad o bienes? ¿pueden votar? ¿Tienen carreras universitarias o trabajos profesionales? 

“La Luna en la Casa III, la madre, una hermana mayor tienen una parte decisiva en la formación mental del sujeto, vigilando frecuentemente con excesiva severidad incluso hasta en la edad madura.”

Bueno, la Luna en Aries en la Casa III tienen madres controladoras, ¿no? Como si ese fuera el lugar exclusivo, y no remitiera a cualquier otra problemática de la familia nuclear. 

“Venus en Casa III en Aries, humillaciones sufridas por culpa de una mujer”.

¿Deshonra? ¿Solo por la posición de Venus en detrimento en la casa de cadente de Mercurio, que daría habladurías que traen deshonor?

“Venus en Aries en Casa IV, inquietud familiar con un tiempo provoca irritación nerviosa.”

La astrología moderna haciendo un eco con la astrología médica de hace 500 años, en un aforismo astrológico que se presenta neutro, categórico y predictivo.

“La Luna en Casa V en Aries, relaciones amorosas mudables e inquietas, pasión desenfrenada por las diversiones, a veces numerosa prole de sexo femenino. Cuando Venus se encuentra en buena posición puede tratarse de personas que logran éxitos en el campo del arte.” 

“Venus en Aries en Casa V: sensualidad precoz, el erotismo tiene una parte importante en la vida. Las uniones amorosas son breves, a veces caracterizadas por el deseo de dominar el objeto de afección. No son raros los abscesos violentos de celos.”

¿No es esto una legitimación de la opresión o de la violencia?

“Como el caso relacionado cuando Venus se halla unido por aspectos desfavorables de Neptuno y de Plutón se tratara de relaciones íntimas con personas de dudosa moralidad, de artistas que recurren a medios equívocos para asegurarse del favor del público o de individuos que defienden…” 

Venus es del orden del engaño, del orden de la trampa, cuando para la astrología helenística es Mercurio el que hace esas cosas. Pero, digo, en Aries, por alguna razón al estar en detrimento, termina siendo un juicio impiadoso sobre Venus en la casa del placer. 

“Venus en Casa VI en Aries: relaciones íntimas con subalternos o personas de categoría inferior que pueden ser causa de disgustos.”

O sea, ya la clase y la casta, proyectadas en el asunto de casas,  porque la sexualidad está relacionada con el tipo de casamiento y el tipo de la honorabilidad, por ende es problemático si está Venus, por ende ya que feminiza la reputación. Pero lo cierto es que es todo problemático, igual. Pero ésta es la astrología del siglo XX, este es un astrólogo de principios de siglo XX que enseñó un montón de astrología en Europa con este manual, que es un manual super famoso y se difundió muchísimo. 

“Venus en Tauro en Casa I: estos individuos parecen haber venido al mundo desde el momento mismo en que llegaron a él. Conquistan simpatía, aman todo lo bello y la vida misma. En toda combinación es favorable para quien desee desarrollar una actividad en el campo del arte o la artesanía artística”

dejando a Venus excluida de la ciencia y la ley, ámbitos exclusivamente masculinos, dónde la sociedad espera ver y resguardar hombres cis blancos occidentales.

“Venus en Tauro en Casa II: herencias provenientes de mujeres que sean fruto de relaciones íntimas. Éxitos y ganancias en el campo del arte aplicado a veces también en el de la música. Se ve impulsado por gastos inútiles.”

Bueno, te dan plata, el sexo te da plata. ¿Y por qué está leído así?, “herencias fruto de relaciones íntimas”, ¿un domicilio de Venus da un tipo de capital erótico que ‘asegura’, algún tipo de trabajo sexual? ¿De qué clase de universo del trabajo parece hablar este autor?

“Venus en Tauro en Casa III: a veces es indicio de un pasado borrascoso de la madre del sujeto a la cual está unido de manera morbosa y roza los límites de la esclavidtud sexual.” 

¿De dónde mierda sacó esto?

“Venus en Tauro en Casa V: las mujeres se ven animadas por el deseo de traer al mundo una prole numerosa.”

¿Todas? ¿cuál es la subjetividad de la maternidad que presupone?,

“Pero desgraciadamente corren el peligro de tener partes difíciles que con frecuencia representan un obstáculo insalvable. En los temas natales masculinos es indicio de esclavitud con fondo sexual por parte de la esposa o de la madre.” 

Sin palabras.

¿Yo estoy loco o dice esto en serio? No es solamente porque este es un libro estúpido, porque no se trata de eso en realidad. Este libro es un ejemplo, creo que cualquier lectura fina de autorxs muy vendidos no pasa este análisis, cualquier lectura fina de un montón de textos no se salva de estos sesgos.

“Venus en Géminis en Casa III: una pariente lejana o una persona totalmente extraña a la familia del sujeto ocupa una posición en primer plano en su ambiente y ejerce influjo decisivo. Si Venus está mal aspectado se podrá presumir que tal influjo será nocivo y se podrá suponer que se trata de la segunda mujer o de la amante del padre que ha quedado viudo.”

O sea, siempre es un problema. Si es una mujer es un problema.

“A veces repetidas y prolongadas estancias en el extranjero. Venus en Casa III en Géminis. En los temas natales masculinos se encuentra el indicio de conocimientos hechos con mujeres en lugares de recreo y durante viajes.”

Qué lindo, que suerte. Todo lo que no estoy citando es igual de tremendo y funesto, como nacer en Luna Nueva con la conjunción de el Sol y la Luna, significa hombres afeminados o mujeres hombrunas.

Estos principios, estos axiomas que vimos en Ptolomeo están produciendo este tipo de contenido si sólo pueden ser leídos bajo este régimen de dominancias, por lo tanto es clave sospechar de las reproducciones de todo sistema asociativo que se funde en este malentendido, pero debemos preguntarnos ¿Qué quiere la astrología? ¿Qué queremos nosotrxs con la astrología?



Una astrología que no cuenta la historia de nadie

Y a esta altura sigo sin conclusiones pero con muchas quejas, pero sí me gustaría organizar dos temas con respecto a esto de la astrología queer y a las categorías y los sesgos pre-condicionantes a la hora de producir o consumir astrología. El primer término de la astrología queer es que estará siempre a la luz de las políticas de identidad. Ya no como política sino como mercado. Porque lo que sí importa es la codificación del espacio de consumo. Esa es la parte que más importa. Pensar que trafican por ejemplo en la construcción de audiencias a través de la segmentación de mercado de diferentes revistas, libros, podcasts y newsletters, que son herederos de las revistas de suscripción y del horóscopo, la literatura ‘pequeño-burgués’ que denuncia Barthes en su artículo ‘Astrología’. Todo el conformismo que reposa en estas confirmaciones. Ahí hay una política de género, y ahí está involucrada la astrología. 

O, por ejemplo, como se puede pensar ahora, todos les astrólogues que surgieron después del 2015, como Colin Beddell y su Queer Cosmos. Creo yo que el verdadero problema ahí es que se ha tratado de borrar la marca de género, para ver si aún así, eludiendo las marcas y relativizándolas, la experiencia igual se podría universalizar, y las identidades queers y disidencias pueden de todas formas reclamar su lugar bajo este régimen de algún modo.

Y ese, creo, es el gran problema de esta búsqueda, no por una espiritualidad o una terapéutica apto para la sensibilidad queer (si es que tal cosa puede existir), sino que es esa especie de construcción de una ‘universalización’ platónica de la astrología la que sale a la pesca para ver si igual puede seguir produciendo el efecto de identificación o el efecto de elaboración cuando en realidad el trabajo es incluir la diversidad, es que cuente la historia de alguien, no que no cuente la historia de nadie, al borrarle las pistas de evidentes categorías opresivas.

Es como si nos dijeran: La Venus de los trolos es igual de mujer domada que la de de las mujeres cis, pero un poco más escandalosa. Siempre puede haber palabras discretas que disfracen la opresión para hacerla pasar por singularidad.

Es decir, que sea repensada como la filosofía repiensa con preguntas, se deconstruye y se destartala y no sea re-empaquetada como producto apto para el consumo de un segmento.

Entonces al borrar las categorías opresivas nos quedamos con muchos huecos. Y esa es la parte que importa en realidad. La parte que importa es la parte que va a dar una producción de otros ángulos para el saber astrológico. No la que borre y vaya catando y diciéndonos “Ay, no, esto es machirulo” “ay, no, esto es sexista” y va dejando una versión depurada, “clean”, higiénica del asunto astrológico cuando en realidad lo que va a importar es lo que estalla, lo que abre, lo que re-ocupa, lo que des-sedimenta, lo que desarma, lo que explota radialmente, exactamente al revés a lo que categoriza, petrifica, clasifica.

No tengo mucho más para decir, ni grandes conclusiones, más que hacer el trazado entre el femenino y el masculino, su historia, y qué es lo que es deseable y honorable, y cómo la heterosexualidad es lo deseable y lo honorable y ese razonamiento lo cargamos hasta el día de hoy. Y el tipo del conocimiento que terminan produciendo las asociaciones entre planetas y signos y qué es lo que eso trae acarreado, y qué es lo que eso reproduce, para registrar y al menos intentar que la astrología no sea un dispositivo del control más.

G.P.R

BIBLIOGRAFÍA:

Roland Barthes - Mitologías (1980)

Judith Butler - El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad (1990)

Constant Classen - Engendering Perception: Gender Ideologies and Sensory Hierarchies in Western History (1997)

William Evans - Divining the Social Order: Class, Gender, and Magazine Astrology Columns (1996)

Michel Foucault - Historia de la sexualidad (1976)

Lauren Kassel - How to Read Simon Forman's Casebooks: Medicine, Astrology, and Gender in Elizabethan London (1999)

Sementovsky Kurilo N. - El hombre y su estrella. Planeta, Barcelona (1950)

Claudio Ptolomeo - Tetrabiblos. Traducción HOROI project (2020). Primera traducción Astroamerica (1822) Original en griego.

Nicolas Reiter - Edipo gay (2019)

Alice Sparkly Kat - Poscolonial astrology (2021) ‘Stop using Yin Yang…”

Monique Wittig - The straight Mind and other essays (1992)
David Wray - Astrology in Ancient Rome: Poetry, Prophecy and Power (2001)